viernes, 27 de octubre de 2017

¿Cómo elegir el mejor método de valoración de empresas?



Métodos de valoración hay muchos (por no decir demasiados), algunos de ellos realmente curiosos y estrambóticos, aunque al final siempre acabemos recurriendo a un número reducido de los mismos para valorar empresas. Me atrevería a decir que en más de un 90% de ocasiones se usa el descuento de flujos como metodología de referencia y aunque estoy completamente de acuerdo con esta circunstancia, también reconozco que puede ser útil tener en mente alguna que otra alternativa por si se presenta la ocasión. Para mí, el método a aplicar dependerá ni más ni menos que de las circunstancias de la empresa en cuestión, puesto que lógicamente no es lo mismo valorar una compañía que se encuentra en fase de madurez, que valorar una empresa en crecimiento “puro y duro” incapaz de generar cash flow positivo.


He realizado un pequeño esquema que puede servir de “mapa” (o referencia) para saber dónde situarnos en cada proyecto de valoración. ¡Vamos a verlo!

Click para ampliar.


El primer punto que considero necesario plantearse es si consideramos la empresa en cuestión como un ente dinámico o estático. ¿Qué es esto de dinámico o estático? Muy sencillo, si trabajamos bajo la hipótesis de “empresa en funcionamiento” (lo normal en el 80% de los casos) estamos en una situación de “dinamismo”, que se contrapone con empresas “paradas” o estáticas por diversas causas (la más habitual es estar inmersas en un proceso de liquidación, por ejemplo). Ante empresas “estáticas” lo lógico es utilizar metodologías de valoración basadas en el balance, pudiendo ir desde un simple “valor contable” sin más hasta un “valor de liquidación” (donde se deben tener en cuenta los costes que conlleva el proceso de liquidación del negocio en sí, tales como indemnizaciones, etc) pasando por un “valor contable ajustado”. En estas metodologías el principal inconveniente al que nos enfrentamos (y hablo por mi propia experiencia personal) es valorar a precios de mercado una maquina envasadora de salchichas, por ejemplo. Es ciertamente complicado, como valorador de empresas, llegar a formarse una opinión razonable y razonada sobre este aspecto, a no ser que se recurra a un perito especializado en ese tipo concreto de máquinas o instalaciones. Por lo tanto, mucho cuidado en este terreno, porque se puede uno “resbalar” con mucha facilidad.

Si nos asomamos a la empresa bajo la perspectiva del funcionamiento o “dinamismo”, nos deberíamos plantear si genera dividendos de una manera regular y estable. Si estamos valorando empresas de tamaño pequeño y mediano, casi con total seguridad que la respuesta será negativa. Una cosa es que a final de año los socios se repartan un “pellizco” de los beneficios anuales (cuando ellos vean que es posible) y otra muy distinta es que la compañía tenga “oficializado” un reparto de dividendos regular y estable. Este último caso se suele dar sobre todo en empresas cotizadas (o en grandes grupos) en fase de madurez y con una accionariado amplio, en cuyo caso el método valorativo más indicado sería el descuento de dividendos (no olvidemos que el dividendo así considerado constituye un flujo de efectivo “palpable” e inequívoco).

El siguiente paso, sería plantearse si la compañía genera flujos de caja positivos, estables y predecibles. A priori, podríamos afirmar que empresas jóvenes en crecimiento no suelen generar flujos positivos, debido a sus fuertes necesidades de inversión, ya sea en activos o en circulante, pero digo “a priori” porque sería necesario analizar caso por caso. En definitiva, si no tenemos unos flujos positivos (ni se les espera hasta dentro de un tiempo) es mejor decantarse por la metodología RIM (que ya vimos en un artículo previo). En caso contrario, aplicaremos el archiconocido descuento de flujos de caja.

El anterior esquema es muy sencillo y básico, pero creo que puede servir de referencia para aplicar una metodología u otra de valoración. Además, he de comentar un último aspecto, y es que habría que añadir al mismo dos métodos que resultan complementarios de los anteriores y que se suelen utilizar a menudo. Me estoy refiriendo a los métodos de múltiplos comparables y transacciones privadas. Estos se suelen denominar “externos”, en contraposición a los vistos con anterioridad (DFC, RIM, Valor contable, etc) que emanan del interior de la compañía (de sus balances, proyecciones, etc). Los métodos externos tienen su razón de ser en la comparación con empresas similares, ya sean cotizadas en mercados organizados o bien que hayan "experimentado" procesos de compra/venta en mercados “privados” (pero en fin, esto es algo ya de sobra conocido).



martes, 17 de octubre de 2017

¿Funciona realmente el método RIM de valoración?



Más allá de las valoraciones realizadas por Descuento de Flujos de Caja (DFC), Múltiplos Comparables, etc, existe una metodología de valoración denominada RIM (Residual Income Method) que aparece en diferentes manuales (y también en alguna que otra conferencia), que creo merece que nos detengamos un poco en ella, aunque sólo sea para ver si es razonable o no. Como no quiero dar muchos rodeos, hablando sobre la “mística” de la valoración y demás “parafernalia”, intentaré ir al “grano”. Bien, la teoría de este método valorativo RIM dice que el valor de una empresa en un momento dado está formado por la suma de su Valor Contable (ó Book Value) más el Ingreso Residual (RI) que la compañía generará en los próximos ejercicios (debidamente actualizado al momento actual, por supuesto).


¡Vayamos por partes! Lo primero que me “chirría” es que para valorar una empresa se utilice como punto de partida el Valor Contable (Book Value). ¿Realmente hay alguien que considere que la cifra que figura en los balances es representativa del valor real? Para mí, desde luego, no lo es. Pero bueno, sigamos y démosle el “beneficio de la duda”. El concepto de Ingreso Residual (RI) también se las trae. Según esta metodología se define el RI en cada período como el Bº Neto de la compañía menos el coste de capital o coste de oportunidad de los accionistas (es decir, la rentabilidad “exigida” por los socios según la aportación realizada a la compañía en forma de fondos propios). Veamos la fórmula.


Por más que intento entender este concepto de RI no lo consigo. Se supone que es el “excedente” anual de la compañía, pero no le veo mucha lógica. Si el punto de partida para su cálculo es el Bº Neto (que por cierto, en contabilidad es completamente manipulable), las conclusiones a las que lleguemos serán de todo menos representativas de un “excedente” empresarial como tal. No me convence.

Para comprobar el “sinsentido” de esta metodología RIM, así definida, he llevado a cabo la siguiente prueba. Utilizando datos reales de un Informe de Valoración que hemos realizado recientemente, he calculado el Valor de Empresa según criterios RIM y lo he comparado con el calculado por la metodología de Descuento de Flujos de Caja (que resultó ser de 35,6 millones de €uros).



Si al Book Value de 2016 le sumamos los Ingresos Residuales de los ejercicios futuros (descontados a una tasa de descuento que es igual a Ke ó el Coste de los Fondos Propios), el resultado es un Valor de Empresa de 17,8 millones de €uros. Como era de esperar, la diferencia entre esta cifra y la calculada por la metodología DFC es abismal (17,8 mill por RIM vs 35,6 mill por DFC). ¡¡Sin comentarios!!

A la luz de estos datos podríamos concluir que el método RIM no es válido, sin embargo, aún no está todo perdido. Si esta teoría se reformula utilizando unas variables diferentes, los resultados cambian sustancialmente.




Lo que se ha hecho ha sido introducir algunas variables que hemos visto en anteriores ocasiones y que están directamente relacionadas con la creación/destrucción de valor (el Capital invertido en la explotación, el NOPAT y el CMPC). Un análisis más detallado de las mismas se puede leer en el siguiente artículo (http://bit.ly/1spo9RX). Como se puede ver, se ha sustituido por un lado el Book Value por el Capital Invertido en la Explotación (a pesar de que este último también es un valor contable) y por el otro, el “Ingreso residual” se ha reformulado de modo que recoja la creación/destrucción de valor en cada intervalo anual. Con estos “cambios” veamos qué ocurre al calcular de nuevo el Valor de Empresa.



¡¡Sorpresa!! La cifra obtenida se asemeja bastante a la calculada inicialmente (36,5 mill por RIM “reformulado” vs 35,6 mill por DFC). La verdad es que cuando hacía los cálculos no esperaba llegar a un resultado tan próximo al calculado por DFC, por lo que yo soy el primer sorprendido. El método RIM, aplicado según estos criterios, puede resultar válido para valorar compañías, aunque a mí personalmente no me gusta (prefiero el tradicional DFC). Además, para darlo por válido plenamente sería necesario utilizarlo en más ejemplos reales para obtener más evidencias empíricas. Es curioso, pero en muchos manuales de valoración las metodologías están perfectamente explicadas y “funcionan” con los ejemplos que allí aparecen, pero… cuando uno intenta trasladar esas teorías al mundo real (con empresas de verdad y cifras palpables) no hay forma de obtener unos resultados medianamente razonables. Una vez más, el papel lo aguanta todo…


Socio de IDYLIA.